Misa
funeral en la Iglesia de los Jerónimos por el eterno descanso de D. Blas Piñar.
Acudí por nostalgia sin saber muy bien por qué. Ya recé por su alma cuando
recibí el whatsapp de ni hermana: “Ha muerto Blas”
Recordé
la ilusión derrochada hace más de 30 años y a mis padres desde el balcón de su
habitación mientras yo pintaba torpemente en los muros del barrio “F/N, Caudillo Blas Piñar” acompañado de un “víctor”, aquel símbolo hoy abandonado al olvido.
Me vinieron a la
mente las imágenes de un jeep descapotable
lleno de militantes de Fuerza Joven y la voz de Toti que gritaba aquello de
“vota Unión, Nacional, vota Unión Nacional”. Eran casi las 12 de la noche del
día previo a la jornada de reflexión de aquellas únicas elecciones en las que las fuerzas nacionales
obtuvieron un diputado. Y muy poco faltó para obtener unos cuantos más por las
circunscripciones de Cuenca,
Almería…Recuerdo como echábamos la culpa a la mano oscura de las fuerzas del
Interior de que Blas Piñar estuviera sólo en el Congreso.
¡Qué
narices, si estoy a un paso! ¡No puedo faltar a esa misa! Además, seguro que
veré a antiguos amigos, viejos conocidos o siplemente gloriosas caras que hace
años que no veo. Y así fue. Allí estaban todos. Y allí me encontré con Oscar y
con César, con Fernando y Vic y con Vicente. Miguel, Angel, Emilio, Gustavo. Allí estaban
Pedro Pablo, Canta, Manolo, Eva, Manuel Angel, Felipe. Y también famosos que
nunca imaginé que también querían o admiraban a Blas tanto como para en la
noche fría de ayer, abandonar el calor del hogar, o de la oficina o del
despacho profesional para acudir a rezar por él.
No
cabíamos en la Iglesia de Los Jerónimos y escuchamos misa a la interperie,
rondando los cero grados, con altavoces en la calle. Lloré al ver como un
sacerdote de los que concelebraba tuvo que salir a la calle a repartir la
Comunión. ¿Qué mejor homenaje para un caballero cristiano? Sus amigos, sus
camaradas, sus familiares, comulgando a ras del cielo, como si de una misa de
campaña se tratase o como si la poética azul recitara aquello de “bajo la noche
clara, arma al brazo y en lo alto las estrellas”.
Pero
también estaba presente la otra realidad: Detrás de cada nombre también había
una sigla, una asociación, un partido. Todos juntos, rezando juntos, sufriendo
juntos el frío. Abrazos, sonrisas, apretones de manos, lágrimas. Viejas y
nuevas caras que confluían en el río común de los Jerónimos. Pero hoy, nuevamente, algunos en sus siglas, otros en su asociación o partidito y los más
en nuestras casas, esperando otra necrológica para recordar viejos tiempos, contar
alguna que otra batallita y compartir un rato y unas cervezas después de un
funeral. Algunos de los que ayer rezamos por Blas Piñar coincidimos rezando por
Girón y por Degrelle. Quizás tengan que morir todos para que no haya ninguna
necrológica más que nos sirva de excusa para vernos y compartir unas cervezas.
Y entonces tendremos que empezar a celebrar aniversarios, con más canas, menos
pelo, más kilos y…las mismas cervezas, las mismas batallitas. Batallitas ya de
abuelo cebolleta.